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Por encima de él había serafines. Cada uno tenía seis alas: con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces diciendo:

«¡Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos!
¡Toda la tierra está llena de su gloria!»

Los quicios de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la Casa se llenó de humo.

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